Le Factory girls dream in noir
Casi
llena, casi vacía.
Juega
y se espanta con el resultado del
marcador.
Entiende que las reglas están
puestas
para mantener un orden pero sigue
pensando
que sólo son para joderla.
Parece
que escapa pero no.
Burbuja
de utopía y pastilla del día después
de
los horrores.
Aparece.
Huye.
Corre.
No
mires atrás. No hables y no calles.
Ronda
de sueños frustrados por aquí, por
favor.
Yo invito.
Admíteme
como soy y ódiame los viernes,
cuando
salga a quemar mi hígado y no mis
traumas,
solo porque es lo que toca.
Usurpo
la mitad de la cama y me responde
respirándome
en la cara los virus que le han
pasado
otros.
No
me eches el asiento delantero del
autobús
hacia atrás, que no me puedo
mover,
se me duermen las piernas y me
estanco
en las estaciones de servicio.
¿Para
qué repostar gasolina si no quiero
continuar
por este camino?
Poner
tierra de por medio y agua a los lados.
¿O
era al revés?
Está
dormida y parece tranquila. Quién diría
que
las pesadillas no las ven los demás, si
cuando
sonríe se le ven los demonios
corriendo
desde mi pupila hasta su pupila azul.
Hora
de despedirse. Sácame la maleta del
maletero
tú, que a mi me pesa demasiado.
He
cargado mucho el equipaje para tan poco
tiempo.
Luego no utilizo la mitad, pero ya se
sabe,
meto esto y lo otro “por si acaso”, y el
por
si acaso nunca llega.
Igual
ha venido alguien a esperarme a
la
estación. Igual ya me he pasado las cuatro
estaciones
de la raya.
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