vintage

  Últimamente me llega todo lo que una vez vi que llegaría.
Cada vez que miro, las agujas de mi reloj de arena giran en sentido contrario a la brevedad del mármol.
Y a mí nadie me da forma con martillo y cincel.

Es como cuando jugábamos a deshojar margaritas pero nadie le preguntaba a la margarita si le dolía ser desmembrada.

Como unos romanos atacando Cartagena sin importar los elefantes.
Como un ejército levantando un muro de separación entre lo que fue y lo que será.

La inocencia se apila en almacenes de residuos contaminados
y sólo me ciega la luz de lo que nunca fue.
Porque fuimos.

Fuimos agua y fuimos aire.
Fuimos la isla de pascua enterrada hasta el cuello,
una roca porosa que sí se moja cuando llueve.

Fuimos el templo de Bongeunsa en medio de una misa
y el último piso de la torre Eiffel.

Fuimos el armario de los vestidos de fiesta de mi madre
y una copa rompiéndose en medio de la cena.
Alegría.

Fuimos la muralla de Ávila soportando enemigos imaginarios
y el acueducto segoviano más seco que cualquier desierto.

Fuimos las cabalgatas del orgullo, de reyes y de reproches.
La estantería con libros de Oscar Wilde.
Mi vestido blanco de graduación
y el diploma que te da la enhorabuena por ser uno más.

Nosotros fuimos.
Pero algún día dejaremos de ser

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