LAS OLVIDADAS: 1. MARGUERITE ALIBERT
De prostituta, a princesa, a asesina:
MARGUERITE ALIBERT
Marguerite Alibert nació en
Francia, en 1890, en el seno de una familia pobre – su padre trabajaba como
conductor y su madre como sirvienta. Cuando su hermano tenía cuatro años, fue
atropellado por un camión en medio de la calle y falleció. Tristemente, los
padres de Maggie la culparon por su muerte, ya que ella era la responsable del
pequeño en el momento del accidente. Debido a esto, la enviaron al internado
Sisters of Mary. Con apenas quince años, las monjas la situaron en una casa
donde trabajaba principalmente como empleada del hogar. A los dieciséis, fue
echada a patadas del sitio tras quedarse embarazada de un desconocido.
En la foto, podemos ver a Maggie
con su hija, Raymonde, quien fue enviada a crecer en una granja de Francia.
Fue tras vivir en la calle y
mandar a la pequeña a la granja, cuando Marguerite comenzó con la prostitución para
poder sobrevivir. Se sabe que (en aquella época) las trabajadoras sexuales de
clase alta podían llegar a hacer mucho dinero con su trabajo. Se las conocía
bajo el nombre de cortesanas.
La dueña de un burdel, Madame
Denart, descubrió a Marguerite y la tomó bajo su protección. Describía a la
joven Marguerite como “La señora de casi todos mis mejores clientes, señores de
bien y adinerados, tanto de Francia, como de Inglaterra, América y demás
países. Yo creé la dama que hay en ella”.
En 1907, Marguerite
concoció a un hombre llamado Andre Meller. Ella tenía diecisiete años, él cuarenta.
Se trataba de un señor pudiente, dueño de un establo, cosa que probablemente
les uniese dado que Marguerite amaba los caballos. Él le compró un apartamento
para que pudiesen mantener su relación en privado. Ella se apropió de su
apellido y proclamó que estaban casados, pero en realidad, Andre estaba casado
con su primera esposa. La falta de fidelidad por parte de ella acabó con su relación
en 1913.
Photo: ObsoleteOddity/Youtube
En 1917, Marguerite fue
presentada a su siguiente gran amante: el Príncipe Eduardo VIII. El joven, que
en aquel momento estaba sirviendo con las tropas británicas en Francia durante
la Segunda Guerra Mundial, había perdido la virginidad con una cortesana que le
había “prestado” uno de sus amigos.
Sus colegas decidieron que con
veintitrés años, Eduardo necesitaba espabilar en el tema del sexo, a ser
posible con una mujer que fuese una completa experta en ese campo. Alguien de
su círculo ya conocía a Marguerite, así que fue fácil organizar una quedada
entre ambos. Sus años de entrenamiento en el arte del sexo le proporcionaron a
Eduardo los conocimientos necesarios para ser un amante de primera categoría.
El romance entre ambos duró aproximadamente un año, antes de que Eduardo
perdiese el interés en ella.
Marguerite convirtió el seducir a
hombres ricos como su forma de vida, y la verdad es que le iba estupendamente.
Recibía muchos regalos y privilegios, a la vez que una pequeña pensión de Andre
Meller, pero ella quería más. Encontró a su primer marido “real”, Charles
Laurent, en 1919. El matrimonio no era precisamente lo que ambos esperaban así
que duró tan solo seis meses, pero Marguerite tenía lo que había buscado: una
buena clausula de divorcio. Ese dinero sirvió para pagar su apartamento, sus
caballos, sus coches y el servicio.
Ali Kamel Fahmy Bey se encontró
con Marguerite Laurent por primera vez en 1921, e inmediatamente se quedó
prendido de ella (a pesar de que era el acompañante de una importante mujer por
el momento). Técnicamente, Ali no era un príncipe verdadero, pero al ser tan
ridículamente rico se le había dado la categoría de “Bey” que vendría siendo el
equivalente a un “Lord”.
Photo: ObsoleteOddity/Youtube
Tan pronto como pudo, organizó
una cita en 1922, y le pidió matrimonio, invitándola a vivir con él al Cairo.
En un principio ella dudó un poco, pero acabó aceptando.
Al casarse con el Príncipe Fahmy,
Marguerite estipuló dos clausulas que debían cumplirse; la primera de ellas que
se le permitiría vestir su ropa occidental,
y la segunda que tendía derecho a divorciarse si así lo deseara en algún
momento. A cambio, ella se convertiría al Islam (recibiendo su herencia, tanto
cultural como monetaria). Justo antes del casamiento, la clausula de divorcio
fue denegada y el príncipe añadió una nueva que le permitiría casarse con más
mujeres.
El matrimonio de Marguerite y su
príncipe, como era de esperar, no fue un matrimonio feliz. Una mujer tan
astuta, independiente y sexualmente libre como era ella nunca iba a ser la
esposa sumisa y obediente que la cultura islámica y el príncipe querían que
fuese. Se conoce que la pareja discutía de forma habitual, muchas veces en
público. Se decía también que su
comportamiento era una humillación para el príncipe.
Marguerite no estaba contenta del
trato que le prestaba el príncipe, especialmente en el terreno sexual. Corrían
los rumores en Egipto sobre la homosexualidad del príncipe, y ella llegó a
decir que se había sentido afectada por las prácticas sexuales antinaturales de
su marido. Los que la conocían, decían que estaba reforzando los motivos para
un cheque mayor en el divorcio que se acercaba, ya que hasta estaba haciendo
una lista con todos los momentos de abuso que Fahmy había cometido contra ella.
El 9 de julio de 1923, la pareja
asistió al show The Merry Widow en Londres. Tras volver a su hotel, mantuvieron
una violeta discusión y el príncipe abandono la habitación durante unas horas.
Alrededor de las 2:00am, se oyeron unos disparos:
Marguerite había disparado al
príncipe con una Browning calibre 32 que había guardado bajo la almohada. Inmediatamente,
ella fue arrestada, y él murió a las pocas horas.
Con varios testigos en el momento
del altercado, el final del caso parecía
más que obvio.
Años antes matar a su marido,
Marguerite ya intentó chantajear al Príncipe Eduardo diciéndole que guardaba
todas las cartas subidas de tono que él le había escrito. Poco antes del juicio
por asesinato, volvió a jugar sus cartas en este terreno.
Según el autor Andrew Rose, quien
escribió un libro sobre todo este romance:
“Creemos que hay alrededor de
unas veinte cartas, todas bastantes indiscretas. En ellas, decía cosas sobre la
guerra que podían ser malinterpretadas, comentarios desagradables sobre su
padre, y también bastante contenido sexual. Ciertamente, no el tipo de cartas
que interesaría sacar a la luz.”
Cuando Marguerite
fue juzgada por el asesinato de su marido, nadie entendía muy bien que se cocía
en la trastienda. Las cartas del príncipe, eso sin mencionar el pasado de la
joven, habrían ensuciado la imagen de la Casa Real Inglesa, y estaban
dispuestos a hacer lo que fuese por mantenerla limpia.
Durante su juicio, en septiembre
de 1923, las colas para asistir daban la vuelta al edificio. La gente mandaba a
sus sirvientes a reservarles el sitio y hasta se pagaba por conseguir un
asiento. El juicio de Marguerite se convirtió en todo un evento, en gran parte
por su pasado y sus conexiones con la Familia Real.
Se firmó un pacto
con los oficiales de la corte suprema en el que su pasado no se mencionaría en
ningún momento, lo que cubriría también cualquier mención al Principe Eduardo. En
su lugar, se pintó una imagen de su marido como un ser violento y racista y el
jurado la dejó marchar libre de cargos.
Tras la muerte de su marido,
Marguerite volvió a Paris, donde residió durante el resto de su vida. Tuvo
pequeños roles en algunas películas, y continuó camelando a hombres pudientes
hasta su retiro de la vida pública.
Murió a los ochenta años,
sustentando aún el título de Princesa.
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*Read in English the original article in the following link:
Artículo original de Rachel Souerbry en : https://www.ranker.com/list/life-of-marguerite-alibert/rachel-souerbry
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