Saints





Me he mudado a una casa de hace cinco siglos, levantada sobre un campo santo y al lado de unas campanas que indican la dirección hacia los círculos del infierno cada tres cuartos de hora.


Ha llegado el momento y la ansiedad. Y yo, mientras, he olvidado todos los caminos que conocía. Qué ironía esta de superar el miedo y temer lo conocido.


También he recuperado un nuevo yo, y se han teñido de verde y blanco los recuerdos de las siete maravillas de las que formabas parte. El resto son ruinas.

El mármol se mueve y ya sólo los mosquitos son los que me chupan la sangre en las noches de frío. Porque en esta casa los animales sobreviven a la claustrofobia.

Qué ingenuo que eres. Pobrecito. Presumir de algo que ni sabes. Pero siempre me gustaste por eso mismo. Los fantasmas de este piso no distan mucho de ti.

He tenido que exiliarme al agujero de los genios para recordar sentirme la última mierda del mundo más a menudo. Ya sabes, el mono.
Pero hay una cosa en la que no dejo de pensar:

¿En qué lugar del mundo estarás dando pena? Me pregunto.


Capullo.

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